Palabras que callan

Palabras y más palabras.

Miles, millones de ellas,  que salen del alma y se vierten en unos oídos ajenos o se presentan a otros ojos.

Palabras con sentido, pero con contenido oculto. Pasadas por el filtro de la prudencia o del pudor, para que no acaben de decir lo que quisieran.  Ocultando, evitando y posponiendo esas otras palabras, las grandes palabras que no necesitan de más compañía que de sí mismas para hacerse entender. Palabras pequeñas pero enormes, porque las palabras más importantes son las que menos letras tienen. Amor, todo, nada, nunca, siempre, vida, perdón, pasión, dolor….. Tan pequeñas y tan difíciles de decir cuando son sentidas y reales que las disfrazamos de largas frases, de párrafos sin fin, en los que se intuye su existencia pero poco a poco se diluye, dejando la sensación de un vacío de sentido,  un sentimiento de haberse perdido en medio de tanta palabra y ya no saber si se ha dicho o no, ni si se quería decir lo que parecía o sólo es el deseo de que lo quisiera decir.palabras

Y nos encontramos un día jugando con las palabras de mil formas, sin saber cómo nos apuntamos a la partida, despertando en medio de una larga conversación de palabras infinitas y entramadas, como una telaraña alrededor del alma. Apretando nuestra garganta y nuestro pecho en el esfuerzo de no decir de más, de no destapar demasiado.  Navegando en las palabras que llegan, buceando profundo para intentar encontrar el significado real, atentos a cada acento o pausa, luchando por entender lo que nosotros no queremos decir, para no ser quien se arriesgue primero. Asustados por el ruido ensordecedor que hacen las otras palabras, las grandes pequeñas palabras en nuestro pecho, librando una dura batalla con nuestro cerebro, pidiendo a gritos salir, explotar, volar y así liberarse y liberarnos…… Y nosotros las acallamos, con miles de palabras más, jugando al escondite, dejando ver su primera letra pero ocultando el resto, vaya a ser que se entiendan, que se adivinen, que se sepan y que quedemos expuestos con el corazón a la vista y los sentimientos sobre la mesa, perdiendo la partida, expuestos a un jaque mate fulminante, porque sólo cuando alguien sabe lo que sentimos es cuando puede herirnos y ya no valdrán las palabras para cerrar la herida.

Miles de juegos de palabras, miles de reacciones y sentimientos, que igualmente se difuminan en la duda, tendiendo siempre a entender lo menos transcendental, lo que menos implica, lo que menos asusta. Y diciéndonos a cada momento que algún día, más adelante, en algún momento, estaremos preparados para decir todo aquello que callamos, sin pensar que quizás ese algún día será demasiado tarde y sólo nos quedarán palabras de arrepentimiento por no haberlo hecho antes.

Azul

Me dueles. Todavía me dueles.
Como el primer día en que ya no estabas. Cada vez que recuerdo tu voz, cada vez que me parece olerte, cada vez que veo que no estás donde un día estuviste.
Me sigues doliendo. lagrima azul
Con la intensidad de un mar azul inmenso, en el que me pierdo cada vez que intento entender cómo fue. Y sólo recuerdo el azul. El azul del mar, tu azul, mi azul.
Y siento abrirse la herida, siento el dolor tan adentro, tan intenso, tan real…. Un dolor azul que me dice que no se irá, que cada día me recordará esa brecha, ese vacío, ese no saber porqué, ni para qué…
Fué tan inútil y tan estúpido, tan innecesario…. Tan doloroso. Pero siempre sufre quien se queda, no quien se va…
Y puedo imaginarte sonriendo, feliz, ajeno al dolor que dejaste al irte… (Posiblemente ni siquiera te has preguntado si me dolió)
Y cada día una vez, todos los días desde entonces al menos una vez, pienso en ti y sigo intentando saber si pude haber hecho algo que cambiara la historia, si tuvo que ser así porque no había más solución o si podía haber sido de otra manera. Y siempre llego a la misma conclusión: que a veces la vida es absurda y que de las cosas que fueron y no fueron, esto es algo que jamás tuvo que haber sido.
Y sigo mi vida sin azules, buscando pintarla en otros colores que sólo consiguen llenar de ecos el vacío frío (y azul) que desde entonces late en lugar de mi corazón.

Ahora que no me oyes, te diré…

Ahora, que sé que no me oyes, que cierras los ojos pensando en mil cosas ajenas a mí, te diré todo lo que no podría decirte.
Te diré que yo sé de tus miedos, tal como tú no tienes idea de los míos. Y que el miedo es bueno, que no hay que tenerlo pero tampoco hay que temerlo, que no debes dejar que te corte las alas ni que sea un freno a tus sueños.
Te diré que sé de tus errores, tal como tú ni imaginas los míos. Pero que los errores son necesarios para crecer, porque la vida es eso, equivocarse una y otra vez hasta encontrar la respuesta, la solución correcta, el camino acertado. Que quien nunca se ha equivocado es que nunca ha vivido. Y que sólo se llega a la meta tras muchos errores, no equivocarse es no haber hecho nada. Lo malo es no perdonarse a uno mismo, un error es un error y debe quedar como eso, no lo arrastres a tu espalda como una carga eterna, es una carga que nadie podría ayudarte a llevar, suéltala, te prometo que más adelante habrá más errores para todos.
Te contaré que habrá cosas que no entiendes y que nunca entenderás, que nadie podrá explicarte, que son cosas que sólo son para vivirlas y no para entenderlas. Y que siempre hay que disfrutarlas, incluso las cosas malas, hay que saborearlas, exprimirlas, como cualquier otra vivencia, porque de todo se aprende y todo es por algún motivo.
Al igual que las personas, todas, incluso tú, aparecen por algo, todo el mundo tiene algo que dar, bueno o malo, que te ayudará o te enseñará algo, porque para eso aparecen, y algo deben aprender de ti o algo le aportarás porque para eso has aparecido tú en sus vidas.
Que a veces los mejores oídos son los de un extraño, porque no juzgan ni toman partido. Al igual que los abrazos que a veces los mejores son los que llegan de quien menos esperas.
Te diré que nunca se está sólo, que siempre habrá alguien que quiera escucharte y apoyarte, aún cuando todo parezca perdido, aún cuando no veas la salida, siempre aparece alguien en el camino que te tiende su mano.
Y que nunca rechaces lo bueno, que todos tendemos a pensar que no merecemos las cosas y no es así, todos, por muy malos que seamos, merecemos cosas buenas en nuestras vidas, porque lo único que nos hace crecer es ver la bondad ajena.
Que no todo el mundo espera algo de los demás, que también existe personas desinteresadas, que las cosas son como son y como nos toca vivirlas y que no hay que darle vueltas a nada, sólo hay que aceptar el camino y lo que te encuentras en él con los ojos y el corazón abiertos, sin miedo y con la curiosidad de un niño para poder disfrutar de cada paso acertado o no.
Que cada uno somos el conjunto de todo lo que nos ha pasado y que si no nos hubiera pasado no seríamos como somos ni llegaríamos donde debemos llegar, y que aún así, somos tal como debemos ser: seres perfectos por los errores e imperfecciones con las que cada día luchamos.
Y te diré que nunca es tarde para rectificar el camino, y que el camino solo te lleva a un lugar mejor y a ser alguien mejor, que para no equivocarse en el paso sólo hay que darlo con buena intención y hacerlo siempre con amor.
Te diré que no tengas miedo a vivir aunque sea difícil, a arriesgarte aunque dé miedo, a disfrutar de la vida aunque parezca imposible, a dar sin pedir ni a recibir sin dar nada a cambio, a abrir tu corazón aunque después duela, porque el único error real es negarse a uno mismo los deseos y no andar por miedo a equivocarse otra vez.

Pobre pequeño Príncipe herido…

Pobre pequeño Príncipe herido…
Creyendo que es fuerte, perverso, temible… Rompe sus juguetes y a quienes se los entregan. Juega con el alma de los que le quieren, la moldea a su gusto, la aleja, la acerca, la mantiene atada a su piel y a sus caprichos, para dejarla abandonada cuando le place.
Pobre pequeño Príncipe herido… Alguién rompió su corazón, se llevó su fe, su alegría y sus esperanzas. Y desde entonces va de puerta en puerta, de corazón en corazón vengándose de un pasado que no va a volver, de un capricho que se le negó… Y a los Príncipes no se les niegan esas cosas…
Pobre pequeño Príncipe herido que necesita la atención constante de miles de palabras, de oidos, de ojos y de manos, buscando esa atención con halagos repetidos a todo quien le escucha. Todos a sus pies para poder pisarlos a placer. Porque eso es lo que le place… Pisar de todos lo que alguien un día le negó…
Y así pasan sus días, lamentándose de lo que no fue, de lo que no es, de lo que no será, por mucho que lo reclame, que clame al cielo, que lo exija o que lo intente imponer, porque la carne se puede atar, pero los corazones no…
Y a la vez negándose a sí mismo la felicidad, sólo porque no proviene de donde él eligió…
Pobre pequeño Príncipe herido, tan destruido que no se reconoce en el espejo, que ya casi no recuerda cuál era su deseo. Ese deseo que a veces cree ver reflejado en mil nombres, que luego se convierten en el mismo y le lleva a destruir todo cuanto toca, a alejar todo lo que podría ahuyentar su pena…
Pobre Príncipe herido, copiando su herida en cada mano que le tienden, levantando alto la cabeza para ocultar su dolor y su derrota tras una cortina de dureza y mentiras..
Quise ayudarte, mi pequeño Príncipe blanco, pero, como todos, solo conseguí salir con tu misma herida, esa que tu mismo reabres cada día, con cada una de tus palabras, de tus aullidos al viento sabiendo, aunque negándolo, que a quien van dirigidos hace ya tiempo que no escucha. Y sabiendo que con cada palabra cada vez alejas más y más lo que siempre quisiste. Y me alejaste como al resto…
Pobre pequeño Príncipe herido que en tu loca y ciega carrera cada vez te alejas más de la meta, sólo puedo desearte que un día te des cuenta de que correr tras un imposible sólo lleva a dejar atras las pequeñas alegrías de la vida y a dejar pasar cosas que probablemente te hubieran llenado más.
Porque tú y yo sabemos, mi Príncipe, que lo peor de tu dolor es que una vez conseguido lo que tanto ansías lo único que desearás es destruirlo y alejarlo, para seguir lamentándote eternamente…

Recuerdos de una gota de sudor

Me tumbo en mi cama. Una cama vacía de todo y de todos. Una cama nueva sin recuerdos, sin risas y sin llantos.
Intento dormir. Hace tanto calor…
Quiero dormir una de esas siestas reparadoras. Cierro los ojos esperando que llegue el sueño sin prisa.
Entonces la siento: una pequeña gota de sudor. Mis pensamientos resbalan con esa gota, rodando en mi mente como ella por mi cuerpo, mis recuerdos se hacen presentes, y lo siento a mi lado, tumbado. Puedo viajar a ese momento en el que estaba, en aquel lugar donde estaba, yo junto a él.
Siento gotas de sudor en mi espalda, y empiezo a recordar más, puedo acordarme de su olor, a jabón y a mandarinas. Puedo sentir en las yemas de mis dedos el recuerdo de mis caricias en su espalda perfecta, también brillante de sudor, dibujando palabras que nadie leía. Sonrío.
Cada vez hace más calor. Por la ventana abierta entra un soplo de aire fresco acariciando mi nuca. Quizás también él piense en mí. Quizas esa brisa sea la caricia de su recuerdo que me llega en forma de un aire extraño.
Y esa brisa me trae el recuerdo de mis manos jugando con su pelo, la sensación agradable de poder revolverlo y peinarlo hasta que se dormía.
La brisa sigue soplando y seca mi sudor. Consigo adormecerme, pensando en la pereza que me da volverlo a ver. Preguntándome si será posible herir un corazón dos veces en el mismo lugar. Pensando si debo borrar esos recuerdos con unos nuevos o dejarlo todo tal como está. Y recuerdo que no soy de segundas oportunidades, ni de excepciones. Pero mis dedos vuelven a sentir la caricia de su pelo y me hacen entender que por mucho que no quiera la vida es así, una partida de ajedrez donde sólo soy una ficha que ya ha movido, y aunque sea la reina blanca, hasta que el contrario no mueva no podré saber donde ir. Sólo me queda esperar y estudiar el movimiento desde mi tablero para saber si podré salir del jaque o tendré que rendirme.
Suerte que ya no hace calor y puedo dormir sin pensar más. Y me duermo, con la resignada certeza de que volveré a verlo.

Bipolaridad

No puedo evitarte aunque no te busque. Y te encuentro. Y te evito. Y exploto minuto a minuto sintiendo todo junto y sin saber que sentir. Te ansío y recuerdo tus besos, tus manos, tu aliento y recuerdo el placer, mientras siento como la rabia nace en mi vientre y va subiendo por mi cuerpo, siempre de color azul, como una ola de electricidad que me da escalofríos. Y te odio.
Me hablas. Y me pierdo en tu voz, cerrando los ojos mientras te imagino sonriéndome y vuelvo a sentir la misma pasión, y sigo escuchándote y cada palabra me suena a mentira. Y vienen a mi mente los planes rotos que sólo eran engaños, las palabras hermosas que sólo eran trampas.Y tengo ganas de gritar.Y entonces te odio.
Y te veo y siento las ganas de besarte, junto con las de herirte y vuelvo a evitarte para no tener que elegir, ni hacer ambas cosas. Y mi orgullo devora mis ganas de llorar. Y te sigo odiando pese al deseo. Y tengo ganas de huir. Y me escondo para odiarte.
Me muerdo los labios hasta sangrar para no decir tu nombre, escondo mis manos apretándolas hasta dejarlas blancas para no escribirlo, invento mil nombres de mil hombres para no pensarlo. Pero siempre estás ahí, en cada palabra y cada pensamiento. Y en cada uno de ellos te odio.
Y mi mente va de un lado a otro, sin querer creer que las cosas son como son. Sin querer creer que hay razones para el odio, sin querer creer que hay razones para lo contrario. Sin encontrar motivos para sentir ni motivos para dejar de sentir.
Y me deja en un limbo lleno de niebla, sin salida, sin saber como he llegado, perdida entre el amor y el odio, sin decantarme por ninguno ni saber cual descartar. Agotada de tanto pensar, sentir, sufrir e intentar no hacer nada de ello.
Y ver que no te importa aún hace que te odie más. Y saber que te ríes de ello me hace entender que no mereces ni que te recuerde. La indiferencia al daño causado me hace ver que no mereces ningún tipo de sentimiento, ni siquiera el odio, pero sigo sin querer convencerme. Quizás me niego a creer que alguien a quien quise pueda ser tan miserable, quizás simplemente no acepto que pudiera equivocarme tanto y confiar en alguien tan vacío, sin alma, sin corazón y sin escrúpulos, y vuelvo a dudar y vuelvo a querer, y me doy cuenta de que vuelvo a engañarme, esta vez yo misma. Y te odio.
Y sigo perdiéndome en mi bipolaridad hacia ti, y me doy cuenta de que lo que más duele es ver que soy capaz de odiarte, y que tú eres ajeno a todo ello, que el odio ya no existía en mi vida hasta que te abrí la puerta y que ya no sé como echarlo ni sé si quiero. Y te odio y me odio por no saber como dejar de quererte ni como dejar de odiarte.

Te he soñado

Esta noche te he soñado. Llevo aún tu mirada en mis ojos. Y lo he sabido. Al momento. Mientras todo alrededor desaparecía y solo quedaban tus ojos y la brisa, cálida acariciando mi nuca. Te miraba y tus ojos, grandes, inmensos, de una mirada infinita de color miel, me lo decían. Me gritaban «YO SOY». Y tú eres. Lo sé, sé que eres la respuesta a mis plegarias, sé que eres ÉL, me lo decías al mirarme, y yo también lo sabía.
Me decías que no habrá más dolor, ni más desengaño, que junto a ti no buscaré más porque lo serás todo, que nada es imposible y que tú también me estás esperando.
Sólo ver esa mirada he sabido que es en ella donde quiero perderme para siempre, he sentido tu alma a través de ella, clara y llena de vida, como la mía, he visto tu capacidad de amar y dejar que te amen, tu dulzura y tu firmeza.
Y al cogerme la mano eras yo, eras parte de mí y yo de ti. Y todo estaba bien, nada más existía, sólo tu mirada, sólo tus ojos sonriéndome y dándome paz.
Y ahora te busco, en cada mirada, en cada hombre, en cada sombra. Y sé que te encontraré, sé que reconoceré quien eres cuando me mires, aunque sea por un momento.
Porque mientras soñaba me has mirado, largamente, y he sabido de ti, he sabido quien eres, aunque no sepa tu nombre ni en que cuerpo habitas, pero te he conocido, te he reconocido y, aunque sea en mis sueños, al fin te he encontrado.
Y volveré a soñar contigo cada noche. Y volveré a perderme en tus ojos en cada sueño. Hasta que deje de ser un sueño y pueda vivirte en lugar de soñarte y pueda perderme en tus brazos en lugar de en tus ojos. Y por fin estés en mi vida en lugar de en mis sueños.

Abriendo los ojos

Llega un momento que miras alrededor, sólo observas, sin juzgar, sin fijarte, sólo abriendo los ojos a tu propia realidad. Y te preguntas si merece la pena (y si algún día la mereció o la merecerá).

Ves el vacío, lleno de seres volubles, cambiantes, traicioneros, que se mueven por impulsos por los que jamás te moverías tú. Los mueven sus pasiones, sus apetencias, sus egoismos, su orgullo y su ansia de compararse y ser más (más que quién?si cada uno compite por otra cosa). Otros se mueven por sus instintos y fijaciones (quiero esto y no importa la manera en que lo consiga) y allá van destrozando lo que haga falta por obtener su recompensa.

Ves la capacidad de hipocresía y disimulo, de alabanza ponzoñosa y de nadar en tramas ocultas urdiendo planes que no llevan a ningún lado, disfrutando con el dolor ajeno y rabiando con la felicidad de otros. Y piensas… aquí he de abrir yo mi corazón?(bastante peligroso).

Y procuras apartarte, hacer que no ves, hacer que no oyes, hacer que no existes y guardar bajo llave y tras un castillo tu propio yo para que nadie pueda llegar y destruirlo. Y alejarte lo más posible.

Y sigues, y sigues y un buen día te das cuenta que también los que más querías son capaces de traicionar (eso sí que duele). Ves que hubieras dado tu sangre en balde, que aquellos por quienes la hubieras dado y hubieras peleado con uñas y dientes, con muy buenas palabras, con tiempos y tiempos de paciente hipocresía son unos Judas que te venden por algo que ni vale los 30 denarios (porque la confianza y la lealtad no tienen precio).

Y nada importa ya en este mundo frío mas que tener lo que apetece, nada más que cada uno salirse con la suya (y si es necesario se pisan los cráneos de los cadáveres que se hayan dejado en el camino). Pero hay que seguir aquí, como se pueda, sin traicionarse a uno mismo matando los propios principios y volviéndose como el resto (jamás entenderé la traición y la deslealtad).

Muy lejos ha quedado el no hagas lo que no te gustaría que te hicieran. Olvidado está lo que significa dar la palabra o hacer una promesa. Gastadas de tan maltratadas y mal usadas las palabras «confía en mí» (y las hay que aún las creíamos). Cambiados por acercamientos por interés los lazos reales de amistad que se basaban en la confianza, el respeto y la sinceridad. Ya es mejor no saber nada de nadie y que nadie sepa nada de uno, porque después cada uno lo entiende como le conviene (y esa conveniencia será siempre en tu contra)

Y es entonces cuando te haces un ovillo impermeable, con cara de póker que tapa la cara de asco. Cuando decides no ser tú, sino alguien que está allí que ni siente ni padece y dejan ya de importarle ciertas cosas (por no decir todas). Y cuando te tienden una mano recordar que después vendrá la otra a cobrarse su precio (siempre desorbitado).

Y das gracias por que existe gente como tú (poca, muy poca), y das gracias por tener a algunos de ellos a tu lado, y sabes que, aunque nunca más vuelvas a tender tu mano tampoco serás injusta (sería traicionarse a una misma), aunque decidas que nunca más vas a permitirte coger cariño a nadie tampoco vas a odiar (demasiado esfuerzo por algo tan poco valioso). Te das cuenta de que en ciertos momentos y con ciertas personas no merece la pena sentir (absolutamente nada), ni siquiera lástima ni compasión, ni siquiera rechazo (cada uno es como es y nadie tiene derecho a por ello discriminarlo).

Pero jamás, volverse como ellos. No es bueno el odio y tampoco el cariño (en estos casos) pero lo que sería realmente horrible es volverse así, frívolo, traidor, desleal e interesado.

Puedo vivir sintiéndome traicionada, engañada y despreciada, pero no podría vivir sabiendo que soy capaz de todo ello y de seguir sonriendo cada día como si nada. Prefiero que me vendan, que me mientan y que se burlen de mí, que venderme yo misma, vender mi integridad y mi conciencia por unas cuantas monedas de falsa felicidad.

Seguirán clavándome dagas por la espalda (lo sé), seguirán engañándome (o yo dejándome engañar) pero jamás nadie conseguirá que al caer la noche mi conciencia no esté en paz conmigo misma.

Coses que mai sabràs

Hi ha mil coses que no et vaig dir. No vaig poder ni puc ara, els moments van ser massa breus encara que l’estima sigui eterna.
Mai t’he dit que des de que vas marxar els meus llavis s’han tallat, mancats dels teus petons, és la seva manera de plorar-te i dir que no volen besar cap altres.
Els meus peus ensopeguen continuament intentant anar cap a tu mentre jo els faig anar en direcció contrària, no volent saber la realitat: que es inutil intentar arribar a tu.
I la meva ment…. Es nega a treure’m el teu record de devant, sense treva, segon darrera segon, tot té a veure amb tu, centímetre a centímetre tot em fa pensar en quan estaves aquí, paraula a paraula tot em porta el teu record. No volent recordar que tu ja no penses en mi.
Mai et vaig dir que t’estimo, no com una pluja d’estiu sobtada i curta, sino com un plat fet a foc lent, amb el pas del temps, poc a poc, d’aquells plats que cuines amb paciència i il·lusió i esclaten en mil aromes i sabors quan els treus del foc, que t’omplen de plaer i felicitat fins l’ànima. Encara que ja fa molt temps t’havia estimat i ja m´havia fet mal, però encara era suportable perqué era en silenci i sense que tu estiguessis. Però ara estaves i et vaig demanar que no cuinessim si no era de debó, i no vas voler que deixés de cuinar.
Mai et vaig dir que hagués canviat el meu món per estar amb tu si ho haguessis volgut. Que res m´hagués importat ni hagués sigut impediment si m´haguessis deixat estar al teu costat.
Mai et vaig dir que el que més mal m´ha fet es la traició de haver venut la meva amistat per uns dies de plaer i una nova ratlla al teu llistat de cèrvols caiguts. Encara sent culpa meva, de la meva credulitat, t’ho vaig demanar, vaig deixar suaument el meu cor, la meva confiança i tot el meu amor a les teves mans, poc a poc, mentre amb la meva mirada, les meves paraules i les meves pors et demanava que no hi juguessis, que no els trenquessis. I vas prometre’m somriures, i vas voler que no tingués por, i em vas demanar que confiés en tu. Vas oferir-me una sinceritat que en realitat només era un caprici de la teva masculinitat. Tornaré sempre que tu vulguis vas dir, perqué jo sempre voldré tornar, vas dir. I vas marxar. I ho vas repetir durant setmanes fins 12 hores abans de dir que ja no tornaries més.
I el món se’m va enfonsar, només em va quedar un cor trencat que arrossego dia a dia i l’evidencia d’una falsa amistat. Amb tu va marxar el meu somriure.
I mai et vaig dir que els sentiments que desapareixen en 12 hores és que mai han existit. Que les passions que desapareixen en una nit és que mai ho han sigut. Que els punts de vista que canvien radicalment sense motiu es que només eren per interés. Un interés cruel. Jo mai t’hagués mentit.
I mai et diré que mai entendré el per qué. Vaig confiar en tu cegament, vaig creure en la teva amistat i en que valoraves la meva. Vaig confiar i et vaig donar el meu cor pensant que el cuidaries com em deies i no que, una vegada el vas tenir a les mans, vas ofegar-lo allunyant-me i donant-me l’esquena.
Mai em vas dir que m’estimaves, ni jo a tu, pero tu ho sabies i callaves, mentre et comportaves com si sentissis més que una passió momentànea per mi.
Però si que et vaig dir que no m’importava res, que faria el que fos per estar amb tu, que volia patir si tu paties, plorar si tu ploraves i estar al teu costat passés el que passés…. I com a resposta vas demanar-me que marxés.
Però tot aixó són coses que no vols saber…
Coses que mai sabràs.

El sabor de la felicidad

Cuando te preguntan a que sabe la felicidad es como definir el olor de las nubes. El algo que no se puede describir, sólo se puede reconocer y comparar. Pero yo ya lo sé…

He cruzado las nubes y se como huelen; huelen a frío y a agua sin sal, huelen a sueños y también a dudas y a magia. Huelen a ti cuando no estás, a ausencia extraña, al ansia de tenerte y al color de mis pensamientos cuando te imagino, azul, como tu beso… Estar de pie en el centro de una nube es como cerrar los ojos e imaginar ese abrazo largo que nunca me has dado, la misma sensación de ingravidez, de volar, de estar más allá del bien y del mal… De perfección. El olor de las nubes es perfecto, como mis sueños. Sabe a esperar que algo pase sin saber cómo ni si está cerca o lejos, sabe a incertidumbre y a una tranquila soledad.

La felicidad es diferente, sabe a sorpresa, sabe como un mensaje dulce, inesperado tras muchos otros con letras pero sin contenido, es esa sensación en el estómago y en el pecho, que por un instante te ahoga y después se expande en un hondo suspiro. El mismo sabor que esa sensación de estar donde debes estar, de que todo es como debe ser. Sabe a lo que no fue y quizás será. Sabe a descubrir que la vida a veces te trae las cosas en el momento justo y no cuando las pedías pero no era el momento. Tiene el mismo sabor que el caramelo que un niño ha llevado esperando largo tiempo en silencio. Sabe igual que cocinar para alguien mientras te besa el cuello. Dulce, muy dulce, y más cuando se prueba poco a poco. Como intentar cazar un pájaro que se deja tocar pero que aunque no consigues tener en tus manos puedes sentir la caricia de sus plumas. Sabe a dejarse llevar por una ola, a besarse durante horas bajo la lluvia, a la pereza después de una siesta compartida y al placer de mirar a alguien mientras duerme…

Y también sabe a ti

Propósitos de vida

 A dos días de un nuevo año. Aunque pienso que los años deberían empezar cuando nosotros decidamos, cuando algo nos conmueva lo suficiente como para marcar un antes y un después. Pero aún así, empieza un nuevo año para mí. Para todos.

 Y, como todos, también hago mis proyectos de cambio, de renovación, de mejora. Cada año me propongo cosas pequeñas, que carecen de importancia, que después olvido rápidamente…. Pero este año no, este año mi propósito es real, real como yo, como mi necesidad de cambio, como mi cansancio acumulado de ver que no voy a ningún lado. De darme cuenta de que nadie me va a dar nada si no me lo doy yo antes. De que ya no es posible seguir cargando con lastres inútiles que solo entorpecen mi caminar.

 Por ello voy a cambiar todo. Voy a cambiar mi continuo enfado, lo voy a sustituir por una sonrisa continua. Me he cansado de estar siempre preocupándome, yo haré mi parte, los demás… que hagan como quieran, yo ya no me enfadaré ni discutiré ni me preocuparé, simplemente sonreiré y seguiré cumpliendo con lo mío.

Me he cansado de dejar que me afecten cosas externas a mí que realmente me tendrían que dar igual, que más me da si mi vecina no hace su trabajo bien o si alguien no es leal, mientras yo lo sea, mientras yo me esfuerce, mientras yo cumpla, seguiré sonriendo.

Me he cansado de estar siempre enfadada, de tener miedo a que se enfaden los demás, de lamentarme y de quejarme. No voy a enfadarme gratuitamente, ni a quejarme, no más lamentos, sólo sonreiré.

Tengo demasiado amor que dar, demasiada felicidad por vivir como para quedarme estancada en recuerdos de quienes no me quisieron bien, de quienes me engañaron, de quienes me utilizaron (y de quienes lo harán en un futuro), demasiada vida por delante para ser feliz y demasiados errores pasados para olvidar. Así que dejaré el lastre de mis malos recuerdos y mis malas experiencias y…. sonreiré y repartiré amor y sonrisas a cada minuto sin importarme nada, ya que las sonrisas y el amor, cuanto más los regalas más crecen.

Dejaré de vivir para el futuro y sólo viviré mi presente, con las personas de mi presente, sin esperar ni nada del futuro y disfrutando de cada instante de mi presente.

Tampoco esperaré nada de nadie, sólo esperaré mucho de mí misma. Y procuraré centrarme en mi fuerza y mi luz, y dejaré de atender todas esas oscuridades que me rodean y me agotan.

No voy a dejar que ni un sólo problema, ni una sola tristeza, ni una sola persona puedan estropear ni un poco ni un sólo minuto más de mi vida. Por mucho que lo intenten, sonreiré y me iré.

Voy a ser feliz, por mi misma, sin importarme nada más. El mundo, MI MUNDO, está en mis manos. Y sólo de mí depende hacerlo perfecto, y así lo haré. Porque me he cansado de mirar hacia afuera, de preocuparme por lo ajeno, de dejarme afectar  por lo externo. No me va a importar si al mundo le gusta mi cambio o no, porque a mí me gustará, por mucho que me cueste, por mucho que me tenga que morder la lengua y aguantar, al final conseguiré que mi sonrisa sea real. Y entonces nada ni nadie podrá estropear mi eterna felicidad.

Soy luz y, como luz, alumbraré mi vida y mi camino, y a todo el que lo necesite. Los demás que sigan en sus sombras lamentándose continuamente e intentando amargar a todo el que esté cerca, en mi mundo ya no hay sitio para ellos, sólo cabe la alegría, la paz y la calma, que van a ser mis únicos propósitos, mis únicas metas y mis únicos guías de ahora en adelante.

Y todo esto no va a ser fácil, pero sí necesario y vital, así que….. Ese va a ser mi único propósito para el nuevo año… Volver a ser YO

Te echo de menos

Te echo de menos tanto que se me hace duro hasta nombrarte. Lo evito siempre que puedo. Sigo sin entender porque te fuiste, aunque sabía que lo harías tarde o temprano, pero sigo sin comprender, sin aceptar, sin querer convencerme de que no hay vuelta atrás. Te fuiste sin más. De golpe. Sin despedidas, sin dejar que me despidiera. Sin tiempo a que me diera cuenta y lo aceptara.
Y echo de menos tu risa y tu ironía. La complicidad de tu mirada inteligente cuando teníamos algún buen plan.
Y sigo llegando a casa pensando que estás, y entro y recuerdo que te fuiste, y entonces pienso en todo lo que no hice. En que no te pedí perdón por mis rabietas, por mis enfados ni por todas las cosas malas que pude hacer. En que no te dí las gracias por todo lo que me diste, por tu paciencia y por todos los buenos momentos.
Y entonces es cuando duele, cuando la realidad cae encima como una losa, cuando voy a comprar regalos y en cada escaparate veo algo que te gustaría y ya no puedo regalártelo y es entonces cuando me doy cuenta de que no habrá una segunda oportunidad y grito por dentro de rabia porque me enfada que no pueda ser. Sólo me consuela que a veces, en medio del silencio, me parece sentir tu olor y quiero creer que eso significa que te acuerdas de mi. Me consuela el saber que nunca hacían falta palabras, con una mirada o un gesto nos entendíamos y espero que supieras todo lo que no pude decir.
Pero aun así, te echo de menos. Demasiado. Hace ya mucho tiempo y sigo esperando que un día venga y estés. Sin más, sólo que estés. Sin preguntas ni explicaciones, sólo que haya vuelto el tiempo atrás. Que desaparezca todo este dolor que nunca he conseguido sacar. Poder llegar a casa y pedirte ayuda o preguntarte una duda, porque tú sabías hacerlo todo y sabías todas las respuestas. Llegar y encontrarme con tu enfado porque no dejé tus cosas en sus sitio después de utilizarlas. Aunque ahora que son mías lo hago.
Daría todo por que estuvieras, que vieras que he madurado, que ya no me muerdo las uñas, que tienes una nieta maravillosa que merecía conocerte y que le enseñaras todo lo que me enseñaste a mí, que las Navidades ya no son igual desde que no estás, que el mundo ya no es tan buen sitio desde que te fuiste.
Que te echo de menos y que seguiré haciéndolo si no vuelves.

Silencios que pesan

Pesa más lo no dicho que lo mal dicho. Es una carga que se arrastra para siempre. El no decir a tiempo, el no abrir el corazón de par en par y soltar lo que allí late, con esa sinceridad arrasadora que, aunque a veces destruye, al menos te deja vacía y lista para seguir y olvidar.

Pesa lo no dicho y lo dicho a medias. Y pesa la sensación de haber dejado algo inacabado, como si al irte a un largo viaje recordaras, en el último momento, cuando no hay vuelta atrás, que dejaste una ventana abierta. Sin opción y sin tiempo de desandar el camino y volver a cerrarla.

Pesa el saber que pudo ser y no fue. La seguridad de haber podido dar tanto y la certeza de no haber tenido oportunidad de dar nada. Saber que todo lo no dicho y todo lo no dado se quedará ahí, sin uso y sin dueño.

Pesa la bofetada de realidad cuando te das cuenta de tu propia credulidad, de tu propia inocencia, de tu confianza en frases que nunca significaron nada pero que parecían con significado, y aún así, sabiendo después que sólo eran niebla, pesa el no haber hablado.

Pesa el pudor y la vergüenza, el miedo al rechazo que impide expresar sentimientos sin reparos.

Pesa el maldito silencio que hace incomprensibles las miradas. El silencio asesino de verdades que necesitan ser dichas en voz alta, desnudas y sin metáforas, sin giros rebuscados que las disimulen hasta tal punto que queden escondidas tras una ironía, de tal manera que mueran en la frase misma para creer que se han dicho no siendo así.

Y pesa el saber que en esa mesa de juego, mientras yo iba apostando todo lo que tenía, la banca me sonreía, sabiendo que yo era la única que iba a perder. Porque la banca siempre gana y siempre tiene un as en la manga.

Pero lo que más pesa es que, aún así, aún sabiéndolo ya todo, seguiría apostando y seguiría perdiendo. Y también seguiría en silencio, porque pesa más la vergüenza de sentir que el peso del silencio.

De las cosas que no existen hasta que duelen…

Es increíble como a veces no nos damos cuenta de que algo existe en nosotros hasta que duele. Es entonces cuando le damos forma. Cuando sentimos su silueta, su volumen y su peso y recorremos con un dedo su contorno intentando reconocerlo.

 Vamos por la vida sin notarlo,  felices, sin prestar atención a la presencia de algo que no sabemos que habita en nosotros.  No cuidamos de ello, no estamos alerta, no vigilamos si crece o mengua, y desde luego no pensamos en cuando apareció, ni cómo ni porqué, simplemente lo ignoramos y vivimos sonrientes sin saber lo que realmente llevamos dentro.

Y un buen día sin ningún motivo, un mal giro de cabeza, una postura incómoda, un gesto brusco, una mirada, una palabra dura o inesperada desencadena el desastre…

De repente, sin preaviso, una espada nos atraviesa. Como marcado a fuego sentimos ese intruso en la boca del estomago y en el corazón. Una puñalada de fuego que quema, arde y nos consume. Que nos deja unos instantes sin aliento, haciéndonos sentir el corazón en la garganta, ahogándonos con su fuerza, mareándonos y haciendo que nos fallen las fuerzas.

Y en un sólo instante queremos valorar cuanto pesa, de que está hecho y que es.  Mientras a la vez nos preguntamos de dónde ha salido, quién lo ha puesto ahí, desde cuándo, para qué y por qué.

El primer instinto es el enfado:  quien te ha dado permiso para acomodarte ahí?, después lo negamos:  No es nada, sólo mi imaginación y la sorpresa que me juegan una mala pasada.  Mientras esto ocurre intentamos reaccionar, luchamos contra las ganas de huir y contra la sorpresa que te paraliza y te deja fuera de juego.

Y cuanto más luchamos y más reaccionamos e intentamos buscar la manera de sacar esa espada, más se clava y nos grita que es real, que está allí, que nació en nosotros sigilosamente, sin hacer ruido y sin molestar para poder crecer sin que la callasen, para apoderarse de nosotros sin que ni siquiera lo intuyamos, para derrotarnos desde dentro y sólo salir cuando se ha hecho fuerte y ya es tarde.

Y sólo nos queda sonreir.

Aceptar la carga y seguir, sin darle importancia, sabiendo que desaparecerá algún día. Y que, ahora que sabemos que existe, debemos evitar  prestarle atención para así no alimentarla y dejar que muera lentamente, en el mismo silencio y disimulo en que creció…  Sólo nos queda acariciarla de vez en cuando suavemente para recordarnos a nosotros mismos que seguimos siendo capaces de crear sin darnos cuenta, que seguimos estando vivos y que no hemos perdido la magia de sentir.

Aullando con los lobos….

Habláis con lobos? Yo sí. Cada día.

Me siento junto a uno de ellos, observo como aúlla a la luna, le escucho, le hablo, observo sus reacciones, siento como observa las mías y, aunque siempre haga como  que presta atención a mis palabras, sólo a veces me escucha.

Raramente me pregunta, y yo le contesto, aunque a veces no tenga clara la respuesta.  Hace no mucho mientras aullaba como siempre, de repente, cambió el tono,  levantó una ceja inquisitoria y, apuntando suavemente una de sus orejas hacia mí,  me preguntó:    -» Porqué estás sola? Porqué todavía no te acompaña un cazador? Que buscas en él que todavía no has encontrado? »

No esperaba esa pregunta de un lobo,creía que los lobos sólo se preocupaban de cazar y aullar,  me pilló desprevenida y  sólo supe responder vaguedades, sólo supe decir que yo buscaba un Unicornio. Y la pregunta dió vueltas y vueltas en mi cabeza. Ni siquiera sabía responderme a mi misma. No estaba satisfecha con lo que le contesté y no me parecía justo dejar al lobo sin una respuesta sincera.

Así que, cuando creí saber la respuesta, volví al mismo claro del bosque y le expliqué:

»  Lobo, no tengo cazador porque ninguno de los que he conocido ha sabido tener lo que busco y no tener lo que no soporto a la vez. Mi cazador será un hombre seguro de si mismo, leal y fuerte de espíritu, aunque no aparente una grandeza exterior ni su aspecto enamore a simple vista, pero me dará seguridad cuando esté a mi lado.  Sabrá escuchar y sabrá dejar que le escuchen. Será correcto, firme y sincero. Será alguien que sepa entender que no siempre soy buena, que me enfado algunas veces sin motivo y que sepa enfadarse y reñirme sin dañarme, que sea recto y serio pero nunca agresivo. Pero que a la vez sea alegre, que su alegría sólo dependa de él mismo. Será alguien que respete mis silencios y mi espacio cuando lo necesite y que no entienda como indiferencia que yo respete los suyos. Que me consuele sin tratarme como una niña y que sepa dejarse consolar. Será alguien que sepa conversar sin llegar a importar del todo lo que se diga, capaz de imaginar todas las palabras del mundo y que no se ría de las que yo invente. Alguien para quien despertar a mi lado sea una alegría y no un estorbo. Alguien cuya mentira más grande sea decirme que llegará pronto. Debe saber disfrutar de los placeres de la vida, pero no dejarse dominar por ellos. Será un cazador que se doblegue ante la sonrisa de un niño, pero que se mantenga en pie ante los problemas, que sea capaz de afrontarlos y discutirlos. Capaz de ser tierno, pero también con un lado salvaje. Que ame y respete a su familia. Un cazador que me muerda como un lobo pero sin jamás herirme el alma. Un hombre que me abrace al dormir y que me haga creer que si estoy entre sus brazos jamás me pasará nada malo. Un hombre que  me agarre fuerte de la nuca, y que me bese con los ojos antes de hacerlo con los labios.  Un cazador de los que sólo con mirarte a los ojos se cuele tan adentro que haga  desaparecer cualquier otro pensamiento. Que en la intimidad sepa rugir y sepa acariciar, que sepa ser salvaje sin dar miedo y que no tenga miedo a los sentimientos ajenos. Alguien que sepa sentir y que sepa hacer sentir. Alguien, en definitiva, que sepa llenar de felicidad el lado vacío de mi cama.

Y eso sería fácil, Lobo, si no fuera porque además no debe ser alguien egoísta, ni apático con el resto del mundo, ni que se encierre en mí y desconecte del resto de su vida. No debe ser agresivo, jamás debe levantarme la mano, pero tampoco débil, ni quejicoso. Ni debe mostrar lealtad falsa y después a mis espaldas ser infiel. Jamás debe usar el chantaje emocional ni las amenazas. Y, sobre todo, no debe mentir nunca y menos aún cuando se le pregunta y se le pide la verdad.

Y ese cazador no existe…

Sabes tú, Lobo, donde viven los Unicornios?….»

Y el majestuoso lobo agitó su oscuro pelaje, me miró largamente, como si supiera la respuesta y no me la quisiera decir,  y con una sonrisa como la de haber ganado una apuesta, giró su suave cabeza y volvió a aullar a la luna sin hacer ningún comentario y  sin entender nada de lo que le explicaba aunque con la curiosidad satisfecha, al menos de momento.

De renuncias y de compensaciones

Echáis siesta? Yo sí, largas y placenteras siestas, de las que despierto suavemente, y justo en esos instantes, en ese estado confuso entre el sueño y la vigilia, entre la fantasía y la realidad,  siento como un escalofrío en la espalda, una sensación de vacío y de falta, un ansia en la piel, como si allí, junto a mí, necesitara un cuerpo cercano dándome  el calor de un abrazo. Unos brazos fuertes envolviéndome suavemente.

Y flotando en esa sensación de perezosa soledad,  me levanto y preparo un café bien cargado, que me consuela y me hace pensar, imaginar….

Me pongo a valorar si compensa. Compensa ese abrazo? Ese beso en la nuca al despertar? Compensa todos los malos ratos, todas las mentiras y las desilusiones? Cuál es el precio justo de una caricia?

O no compensa. O quizá no soy capaz de renunciar a la estabilidad y la paz de una vida tranquila, sin altibajos, sin explicaciones, sin desconfianzas. Quizá me he enamorado de la comodidad y sólo es egoísmo?

A cuanto hay que renunciar? A que sería capaz de renunciar?

A todo? Quizá, o quizá no. Quizá solo depende de que algo me diga que  sí que valdría la pena renunciar, que no habría mentiras, ni desengaños, ni rabia ni esa sensación de vacío después…

Podría, si hubo un tiempo en que pude renunciar a todo , porque ahora no iba a poder?  Pero… Querría? Sería más fuerte el instinto de auto-protección o la necesidad de contacto? Que pesaría más una mirada o el miedo?

Existe un beso tan perfecto que me haría creer que compensa?

… Y mientras me pierdo imaginando esas manos y esos labios quizá inexistentes,  se acaba mi café y mi pereza, y todas las valoraciones se pierden en el olvido de una siesta pasada, a la espera de mañana, a la espera de esa dulce pereza que me hace perderme en utopías mientras me envuelve el cálido aroma de un café que me devuelve a mi cómoda realidad…

De tus mares y de mis tempestades

Me marean tus turbulencias,

mientras lucho con mis propias tempestades, intento volar sobre tus olas.

Intento no ahogarme en la espuma de mis miedos, pero tus olas son tan altas…

Intento nadar sin hundir la cabeza, y sonreir al tiempo

y no lo consigo…

Mi sonrisa no es sonrisa, se reduce a una mueca extraña

mientras intento no tragar más agua.

Y no se flotar.

Sólo nado con los ojos abiertos,

incansable agotamiento de mi mente analizando cada gota salada.

Viendo pasar los peces bajo mi cuerpo, deslizándose con tanta facilidad entre mis dudas,

viendo viajar las nubes sobre mi cabeza concentradas en seguir su rumbo hacia mis deseos.

Y yo sigo atrapada en medio

sin salir de mis tormentas, que me susurran contradicciones,

que me soplan vientos de duda que enfrían mi alma,

que a cada rayo me indican un cambio de rumbo nuevo.

Y me dejo llevar por la marea sin saber hacia adonde voy,

sólo sé que siempre adelante y nunca en la misma dirección.

Me siento un náufrago sin isla pero sin desespero,

sin tener ninguna esperanza de nada, así que sin posibilidad de decepción.

Solo busco la nada  mientras tus olas me golpean,

seguir cabalgando bajo la tormenta

buscando un trozo de madera para descansar o un trozo de roca

donde poder respirar un instante

y después seguir nadando hacia ninguna parte.

 

 

 

Cuando las alas mueren

En un mundo imaginario,  llamémosle  «Espíritu»,  por darle un nombre… Volaban libres dos alas, tan hermosas y necesarias como frágiles y susceptibles. Se dejaban mecer por la brisa de las palabras y las miradas y, aunque parecían ligeras, entre las dos paseaban constantemente una  suave y cálida luz que daba vida a todo lo que iluminaba. Entre ellas, equilibrando su vuelo, reposaba  un brillo de color variable que cuidaba de las dos.

                                                 

   Mientras ellas volaban paseando esa luz,  Espíritu sonreía, se sentia cómodo, tranquilo, feliz, tenía fuerzas para todo, sentía que era el mejor mundo del universo y que su futuro era brillante…  A veces una se cansaba, o enfermaba y la luz se apagaba un poco, y Espíritu se ensombrecía. Cuanta menos luz, más temores acechaban a Espíritu, mas miedos y dudas.

Si el brillo podía sanar el ala herida, la luz se recuperaba pero, así como el apagarse era terriblemente fácil y rápido, recuperar la luminosidad cada vez costaba más y casi nunca conseguía alcanzar el nivel de  intensidad que lucía antes del percance.

A base de heridas y más heridas, las alas cada vez tenían menos fuerza, más agujeros y grietas y el brillo cada vez se sentía más impotente, la luz menos intensa y Espíritu más infeliz y temeroso.  Poco a poco, Espíritu dejó de tener fe en la utilidad de ese brillo, al que llamaba Justicia, para sanar esas alas.  Ellas, Inocencia y Verdad, poco a poco fueron perdiendo toda su fuerza, su fragilidad las fue resquebrajando y ya no sabían ni hacia donde volaban, llegó un momento, tras tantos golpes sufridos que no pudieron más y desaparecieron, y la luz, llamada Confianza cayó al vacío, apagándose para siempre y dejando a Espíritu inmerso en las tinieblas de donde nacieron unos nuevos compañeros, llamados Desconfianza y Distancia, que acompañaron desde ese momento el camino de Espíritu, no dejándole salir de esa penumbra nunca más…

El más absurdo silencio

Un buen amigo citó que la fuerza hidráulica más poderosa del mundo es la lágrima de una mujer….. Yo no lo creo.
Generalmente no se llora en público, aunque cueste sujetar esa lágrima dentro del párpado, aunque sea un llanto de la fuerza de un tornado, lo aguantamos, lo retenemos, nos concentramos de tal manera que aunque sea el llanto de la más profunda de las tristezas queda silenciado con una sonrisa, falsa y amarga, extraña, pero al fin y al cabo una sonrisa que parece más una mueca sin sentido, sí, pero no lloramos.
Guardamos nuestro llanto en el interior, sintiendo como ahoga cada vez más, urgiéndonos el huir a encerrarnos en algún lugar oscuro y totalmente aislado donde poder gritar, llorar, ahogarnos en nuestras lágrimas, para luego salir con la cara roja, desencajada y contestar un escueto «estoy bien, no me pasa nada» , a la pregunta de ¿que te pasa? de todo el que ve esa repentina transformación.
Lloramos en el más absurdo de los silencios, ya que, aunque nuestro llanto sea demasiado sonoro y real para nosotros, no existe para nadie más. Somos las que nunca lloran, las fuertes, las que todo lo aguantamos, las frías, frívolas y alegres que siempre sonríen, que son felices, que todo les resbala… Las que aguantan estoicamente todo lo que se les eche encima hasta el punto de parecer insensibles.
Y nadie sabe hasta que punto estamos heridas, hasta que punto sufrimos, qué débiles somos ni como nos sentimos, ni cuánto consuelo ni apoyo necesitamos, sólo porque aguantamos esa lágrima en la privacidad, aunque lloremos por dentro nadie lo ve, nuestros suspiros parecen de hastío y nuestra expresión la de un jugador de póker, no tenemos un hombro sobre el que llorar ni lo pedimos, lloramos sobre los nuestros…..
Así que…… qué fuerza tienen nuestras lágrimas?

Me abrazas?

Echo de menos un abrazo. Lo echo de menos desde hace tanto tiempo que no sé ni si sabría darlo. Y no me refiero a eso que todos hacemos muy bien de ponernos uno frente a otro, chocar el cuerpo y tocarnos las espaldas dando toquecitos con las manos como «comprobando» que la espalda del otro es real  y tiene la camisa planchada, no, eso no son abrazos, eso es una forma de saludo muy amistoso y , a veces, muy falso.

Yo me refiero a un abrazo de verdad, de los que se dan con el cuerpo y con el alma, de esos que te hacen cerrar los ojos en una sensación de vertigo.

De esos que parece que tu cuerpo está imantado al otro, que tu piel y la del que abrazas son una sola. Un abrazo donde los brazos rodean todo con fuerza, protegiendo, envolviendo, impidiendo que nada ni nadie pueda  interferir en ese maravilloso momento, formando una burbuja que te aísla del resto del mundo.

Echo de menos esa sensación de ser uno solo, de sentir el alma absorbida por el calor de otro alma. De notar esa energía de vida que te llena en ese momento, esa sensación de estar donde debes estar, de seguridad, de sentirte en tu sitio, en tu casa, de saber que todo va bien, de que todo es maravilloso y perfecto por unos momentos.

Esos abrazos que te obligan a respirar muy hondo mientras los das,  que te permiten sentir al otro de verdad y reconocerlo como un igual en quien confiar. Esos abrazos que no son breves ni eternos,  sino que duran lo adecuado.  Esos que son de verdad.

Y se deshacen suavemente, con tanta naturalidad como empezaron, sin tiranteces ni vergüenzas ni incomodidad.  Son abrazos que te dejan por todo el día con una sonrisa y te regalan el sabor de la alegría , de la risa y de las ganas de hablar por horas y arreglar el mundo frente a una copa.

Y lo haces. Arreglas el mundo mientras vacías una botella de vino, sin ser consciente de cuanto tiempo tendrá que pasar para que te vuelvas a sentir así de nuevo. Nunca sabes cuando te volverán a abrazar así, ni cuanto lo vas a echar de menos y, quizás por eso, nunca das las gracias por ese maravilloso regalo que es un abrazo de verdad.

Por las noches…

¿Sabes?… A veces puedo sentirte, lejos, como una sensación que al instante se me escapa. Como un perfume que intento seguir y que se desvanece dejándome sólo la suficiente esencia como para empezar a volar a un recuerdo borroso, de esos que nunca llegas a reconocer pero que son tan familiares que sabes que los conoces.

 De noche, antes de dormirme, me parece oírte decir mi nombre, y abro los ojos en la oscuridad, intentando encontrar tu rostro que aunque no sepa como es, sé que reconocería. Y también desaparece tu voz, dejándome en un estado de alerta tenso, expectante, atento a cualquier sonido imaginario que me devuelva a ti.

A media noche me despierto con la sensación de un beso tuyo en mi cuello, una huella cálida y dulce que intento seguir sintiendo, pero como todo tú,  languidece por mucho que intente mantenerla. Y sigo durmiendo feliz, sabiendo que has estado.

Me despierta tu aliento en mi pecho y abro los ojos, esperando encontrar los tuyos, y sólo está la luz del amanecer. Y me duele abandonar la cama donde te tengo, aunque sea sólo en suspiros, aunque sólo sea por instantes fugaces e irreales, pero es donde te tengo, donde te siento y donde aunque sea sólo en deseo, me haces feliz.

Y sé que existes, tras el tiempo y tras la distancia, pero estás en alguna parte, quizás también escuchando mi voz llamarte justo antes de dormir, quizás también sintiendo mis caricias mientras duermes y esperando, como yo,  reconocernos un día, en cualquier lugar, aún sin hablarnos, aún perdiéndonos de nuevo, pero al menos cruzar las miradas en un momento eterno y después volver a esperar la oscuridad de la noche para volver a tenernos.

Besos

Poema de Gabriela Mistral

Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero…? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos… vibró un beso,
y qué viste después…? Sangre en mis labios.

Yo te enseñe a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Gabriela Mistral

Nedant en la foscor / Nadando en la oscuridad

Sóc  un peix ceg, nedant en un mar buit de llum i de senyals. Envoltada d’un aigua de desorientació, de confusió i d’incertesa que encara em desvía més del meu camí.
Perque busco un camí, o se suposa que el busco, o un lloc on arribar, o quelcom que trobar al final. I sé, que amb la meva ceguesa nedo sense rumb i sense guia, sense saber on vaig, i que, posiblement, he pasat al costat del que cerco mil vegades i no ho he vist. No he mirat, o no es veia, o no m’ho han deixat veure.
Quan trobo una llum potser m’espanta, si es massa intensa fujo ràpidament, si es una llum lleu, que em crida, m’apropo, però només m’apropo fins al punt que els meus ulls la fan desaparèixer o simplement giro cua pensant que sería massa sort trobar el que busco. Si la llum em troba a mí, la espanto tant, que sé que no tornarà, amb les meves pròpies pors construeixo les meves armes de defensa i de foscor.
Sóc un peix ceg convençut de que sempre ho seré, perque sempre ho he sigut i potser és més fàcil ser cec que aprendre a mirar i saber que es pot veure. Em fa massa por nedar en aigües noves, trobar nous peixos, treure’m la bena, ja incrustada de tants anys, dels ulls. Massa riscos per una gratificació incerta, o passatgera, o imaginaria…
Així que continúo nedant en el meu mar fosc, negre, buit de llums, solitari, però a la fi, el meu mar que em conec prou com per no necessitar els ulls i poder ser un peix ceg per sempre.

Traducción:
«Soy un pez ciego, nadando en un mar vacío de luces y señales. Rodeada de un agua de desorientación, de confusión y de incertidumbre que aún me desvía más de mi camino. Porque busco un camino, o se supone que lo busco, o un sitio al que llegar, o algo que encontrar al final. Y sé que en mi ceguera nado sin rumbo y sin guía, sin saber donde voy, y que posiblemente he pasado al lado del de lo que busco mil veces y no lo he visto. No he mirado, o no se veía, o no me lo han dejado ver.
Cuando encuentro una luz quizás me asusto, si es demasiado intensa huyo rápidamente, si es una luz tenue, que me atrae, me acerco, pero solo me acerco hasta el punto en que mis ojos la hacen desaparecer, o simplemente me doy media vuelta pensando que sería demasiada suerte encontrar lo que busco. Si la luz me encuentra a mí la asusto tanto que sé que no volverá; con mis propios miedos construyo mis armas de defensa y oscuridad.
Soy un pez ciego, convencido de que siempre lo seré, porque siempre lo he sido y quizás es más fácil ser ciego que aprender a mirar y saber que puedo ver. Me da demasiado miedo nadar en aguas nuevas, encontrar nuevos peces y quitarme la venda, ya incrustada, tras tanto tiempo, de los ojos. Demasiados riesgos para una gratificación incierta, o pasajera, o imaginaria…
Así que continuo nadando en mi mar oscuro, negro, vacío de luces, solitario, pero al fin y al cabo mi mar, al que ya conozco suficiente para no necesitar ojos y poder ser un pez ciego para siempre.»

Con Mucho Gusto

Cada día todo tiene menos sentido, menos lógica. Es sorprendente la capacidad que tenemos de sorprendernos a nosotros mismos, descubrir cosas que jamás imaginaríamos que existieran en nosotros.
Darnos cuenta de que todo aquello de lo que llevamos 30 años renegando acaba siendo lo que en el fondo ahora queremos más que ninguna otra cosa.

Cuantas veces nos hemos negado a comer espárragos diciendo que no nos gustan, que eso no es para nosotros, que sólo nos gustan los palmitos y jamás probaremos ni un sólo espárrago…. para después, un día comer uno por despiste o equivocación o simple curiosidad y descubrir ese fantástico sabor agridulce, esa textura suave y ligera (siempre y cuando sea un espárrago de 1ª calidad claro) y darnos cuenta lo tontos que hemos sido dando la espalda a algo antes siquiera de conocerlo……
Y quien habla de espárragos habla de frutas, de cordero, de un tipo de música, de un deporte, de un color de pelo o de un perfume.
Pues con todo hacemos igual, nos negamos a cosas sólo por creencias inútiles y posiblemente falsas, por prejuicios, quizás porque «queda bien»….. No entendemos nuestra tonteria hasta que la realidad nos da en las narices y nos damos cuenta de cuánto nos hemos perdido diciendo «eso a mi no me gustará».
Probemos, probemos antes de decidir sabiendo que nuestros gustos son variables y que la belleza siempre esta en los ojos de quien mira y en la boca de quien prueba y el oído de quien escucha y…. quien sabe qué es lo que en verdad nos gusta? O de otra forma… Sabemos lo que queremos?

Mucho mejor ser una arpía

Realmente tenemos que ser así? Tan imperfectos, tan volubles, tan cambiantes?

Nos gustan demasiadas cosas, pero nos disgustan aún más cosas.

Y yo ya empiezo a no entender la utilidad (si es que realmente la tienen) de los sentimientos.  Y no me refiero a ese utópico sentimiento llamado AMOR, sino a los más normalitos y cotidianos: alegría, enfado, envidia, molestia, rabia y todo ese largo etc… Que son los que nos abocan a cometer errores.

Yo lo intento, intento mantenerme al margen de expresarlos (ya que de sentirlos me es imposible hoy en día) pero siempre fallo. Me pueden demasiadas cosas que no controlo. Me puede la falsedad ajena, el darme cuenta de que me ponen una cara por delante y otra cuando no estoy, y aún me puede más cuando, ya sabiéndolo, esa misma persona me pelotea rastreramente. Me sublevan los que van de víctimas para poder machacar a los que dicen las cosas a la cara. Me puede que me hagan la cama,  y el tener que morderme la lengua al descubrirlo me da úlceras. Me sobrepasa que alguien esté molesto conmigo o con otro por culpa de una tercera persona que se divierte metiendo leña haciéndose pasar por inocente para crear discordia.  Me pueden las mentiras, los mentirosos, los que todo les afecta y los que hacen (o realmente es así) que nada les afecta.

Me molesta todo lo que yo no soy o no hago, quizás es envidia de no ser capaz de ser tan miserable y dañina.

Pero no sé ser imparcial en estos casos y siempre quedo mal, porque, por desgracia, siempre ganan los malos.

Yo no quiero ser mala persona, pero está claro que en este mundo sale triunfante quien más retorcido es, quien más mala leche gasta y quien es capaz de mayores bajezas para poder quedar bien dejando a los otros a ras de suelo, sin miramientos y sin remordimientos, y encima consiguen estar bien mirados y hasta inspirar compasión. Así que habrá que ir pensando en ponerse las pilas, dejar la conciencia y las contemplaciones en casa  y llevar el machete a mano para  ir dando puñaladas traperas por detrás a cualquiera que me parezca que puedo, a traición y alevosía, a ver si así las cosas mejoran.

Malditas tus rosas

Maldita exuberancia la de las rosas. Esas que tanto me hacen odiar su aroma, cuando quien las envía eres tú.
Maldito su olor y su belleza, que me traen recuerdos que quiero borrar,que con su rojo que me duele a los ojos, me recuerdan que existes, me tientan a olerlas, a tocarlas.
Maldito su tacto suave y sedoso, que me recuerda como era mi piel bajo tus dedos.
Aborrezco ver tu nombre en la tarjeta y al momento ver tu sonrisa mezquina, tus sucias manos, tu desquiciada mente y tu perversa alma, negra como la oscuridad. Tú no tienes derecho a comprar algo bello como las rosas, lo perdiste recreándote en el dolor que causas a todo el que se acerca a ti, ni tan sólo a mirarlas, porque sólo con tu presencia cualquier cosa hermosa del mundo se pervierte y pierde su brillo.
Las odio, cada vez que llegan, sin aviso, sin esperarlo, pero siempre llegan, antes o más tarde, en días señalados o simplemente porque sí. Pero ahí están recordándome un pasado que intento que no exista, recordándome hasta que punto alguien puede ser cruel queriendo ser educado, hasta que punto alguien puede llegar a la tiranía simulando ser cariño y protección.
Flores disfrazadas de flores, que en realidad son una muestra de autoridad. Son tu golpe de puño en la mesa gritándome que no voy a olvidar mientras tú no lo quieras, de que aunque pasen los años, aunque pasen las vidas jamás podré hacer como que no exististe, como que no pasó. Son tu manera de no dejar vivir, de demostrar que sin tu permiso nadie puede dejar de mirar atrás, que por muy lejos que estés, por mucho tiempo que pase, tú sigues ahí, vivo y al acecho, amenazando con tu sola existencia una paz que contigo es impensable. Es tu sutil forma de demostrar que no hace falta morir para vivir en el infierno, y que se puede morir por dentro sin dejar de respirar.
Malditas rosas que deberían llegar con otras tarjetas, con otros nombres o a otras destinatarias. O, al menos, ser negras como tu alma y no rojas como las lágrimas de sangre que me hiciste derramar con tus traiciones.
Pero las acepto. En lugar de tirarlas mi sentimiento de culpa por haber sido tan ciega hace que firme y las coloque en un jarrón, sin regarlas, sin casi mirarlas, sólo esperando que marchiten y mueran, deseando que tú corras su misma suerte y que todos mis recuerdos de tí acaben pudriéndose  y desapareciendo en un cubo como harán ellas.

Click… Cuando algo se rompe

Jamás habéis sentido ese «CLICK» interior?

Es como un interruptor de los antiguos, de sonido concreto, corto, preciso, indescriptible pero difícil de olvidar una vez lo has sentido…

Un cambio inesperado de posición en la palanca y…. CLICK… Ya está, algo se ha roto, algo ha cambiado para mal, pocas veces para bien, pero  en cualquier caso para siempre. En cuanto lo sientes sabes que acabas de vivir un punto de inflexión, un instante de no retorno, tienes la certeza que dejas atrás algo que no volverá, que algo ha pasado sin remedio.

Es como si un pequeño resorte se partiera en tu interior, resonando el chasquido en el corazón y expandiéndose como un escalofrío ligero por tu espalda y después convirtiéndose en una descarga de adrenalina que te da calor en las mejillas y una casi imperceptible sensación de sudor frío, como sin querer. Es la sensación de que una parte de ti resbala de tus dedos hacia un abismo del que nunca volverá, de que pierdes algo irrecuperable e insustituible, de que te acaban de arrancar un trocito de alma.

Una paralizante mezcla de sensaciones, miedo, dolor, incredulidad, tristeza, sorpresa y finalmente resignación luchan en ese milisegundo , mientras aun resuena el CLICK en nuestro interior. Justo en el preciso momento en que somos conscientes de que ha pasado, de que no hay ya vuelta atrás y a partir de ahora todo es diferente.
Ha sido una mirada, una palabra, un grito, un gesto o un silencio que ha hecho saltar el CLICK : Ese odioso punto sin retorno, advertido súbitamente, con un rápido pensamiento que te abre los ojos y de repente te hace totalmente consciente de que ya nada es ni será como hasta ese mismo momento era. Ha cambiado una situación, una opinión, una vida, mil cosas, lo único cierto y seguro es que algo se ha roto en nuestro interior para no volver a arreglarse jamás, algo nos ha abierto los ojos para decirnos que «eso» ya no es, ya ha quedado atrás y nunca más será.

Y entonces te quedas sumida en una angustiosa sensación de casi pánico, de «Y ahora qué?» , que da paso a un sentimiento de pena por lo que pudo haber sido y te  dejas caer en la resignación de aceptar que ya nunca será, que ya no sabrás que hubiera pasado si ese «Click», si la causa de ese «Click» no hubiera existido nunca.
Odio los Clicks……

Momento de hastío

Me siento harta, muy harta. De todo, del mundo, de sus historias, de sus inventos, de tener que estar siempre pendiente del móvil, del correo, de lo que leo, de lo que escriben, de lo que escribo y de lo que digo y de querer estar pendiente de todo ello.  Cansada de oirlo todo, de leerlo todo, de verlo todo, de sentirlo todo y cansada de querer hacerlo. Hastiada de la hipocresía, del peloteo, de los halagos interesados y forzados,  de las falsas sonrisas, de los abrazos flojos, de las tretas y de las artimañas sucias y cansada de verlo y no hacer nada. Cansada de mi cansancio, de no saber parar, de no tener descanso, de cuando lo tengo buscar algo con que llenarlo y seguir cansada.

Harta de tener prisa, y harta de dejarlo todo a última hora para poder tener prisa. Cansada de no llegar a tiempo o de llegar demasiado pronto. Cansada de los mails, los tweets, los post, los «me gusta» y los «ya no me gusta». Harta de estar sola y harta de la compañía.  Cansada de mi misma presencia. Saturada de mí y de todo. Ya no se respirar.

Perdida entre mil caminos, en estado de shock observando las flechas de indicación sin conseguir leerlas. Bloqueada, aturdida, queriendo estar siempre en cualquier otro sitio y cuando lo estoy deseando no haberme movido. Pero incapaz de cambiar de rumbo ni de serenarme.

Cansada de tener lo que quiero y de querer siempre más, y después darme cuenta de que no necesito nada de lo que tengo y que lo que necesito no se compra.  Y harta de seguir teniendo más para llenar ese hueco incomprensible. Cansada de no querer tener lo que necesito o no saber tenerlo.

Hastiada de no saber cómo es un día de paz. Sabiendo que en media hora volveré a pensar lo contrario y volveré a la normalidad.

Alegrías y tristezas del Facebook

Ahora que llevo unos años usando Facebook ya sé lo que es… Es el sitio donde felizmente encuentras gente que creías perdida para siempre y tristemente te encuentra gente que te gustaría que se hubiera perdido para siempre. Pero esto es así, la vida es un pañuelo y Facebook un mini-Kleenex.

Conozco muy pocas personas que son o un día fueron de mi círculo cercano que no tengan Facebook y por una parte me sabe mal, se pierden muchas cosas compartidas que te devuelven 20  años  atrás, se pierden risas, historias, fotos y chismes, cenas de reencuentro, salidas  en «petit comité» a las que estarían invitados para la rabia de los que no (aún estando en el listado de «amigos»).

Se pierden  cosas buenas.

Pero también me alegro por ellos, se ahorran muchos males de cabeza. Jamás había tenido que darle tantas vueltas a la cabeza como con las solicitudes de amistad de Facebook.

Al principio presupones que has de aceptar todo lo que llegue, hasta que dices…. Pero si a toda esta gente no la conozco de nada (ni quiero conocerla, por supuesto), con lo que empiezas a borrar y borrar, y ya dejas de aceptar a nadie sin antes estar segura de que aunque sea por el nombre, conoces a esa persona de algo o quieres conocerla o alguien la conoce y , después de preguntarle, das el visto bueno a que husmee (porque eso es lo que se hace en Facebook) en tus «cosas».

Hasta ahí la cosa es fácil.

Pero luego llega lo complicado… Qué pasa con esa persona coñazo que jamás te ha caído bien, es más que siempre has evitado sea como sea y hasta fuiste a poner velas de agradecimiento a la Catedral el día que se mudó de ciudad y desapareció de tu mundo? Que haces?  La aceptas? Porque claro, todos tus amigos la han aceptado y vas a quedar fatal si no lo haces, ya sabes… «Ha pasado mucho tiempo»……… » ahora somos adultos»… Bla bla bla, pero a ellos les caía bien o al menos la soportaban, claro….

O no la aceptas y entonces tienes que aguantar el cachondeo de todos, que rencorosa, que mala eres, pues si no te ha hecho nada…  SÍ, LO SÉ, NO ME HA HECHO NADA!! Pero es que no la aguanto y en ningún momento al abrirme la cuenta firmé ningún contrato que me obligara a hacerlo no? Además es MI Facebook, MIS cosas, MI elección!!

Se nota, que soy de las que no acepta? (Es más hay, casos que solo habérmelo planteado se me ha erizado todo el vello y me han entrado escalofríos solo de pensar en los comentarios y mil post de juegos y tonterías que poblarían mi muro)

Eso sí una vez te pasa esto 2 veces…. Te vas a bloquear y antes de que te encuentren, encuentras tú a todos los «Non Gratos» y los bloqueas ya de buen principio para vivir algo más tranquila. Pero claro, primero has de pasar por lo otro para que se te encienda la bombillita.

Si no tienes Facebook también te ahorras el dilema de admitir a tu jefe y compañeros de trabajo en tu cuenta (yo ese problema no lo tengo, el 90% son encantadores, los demás se bloquean ).

Aunque también puedes hacerte 2 cuentas , una exclusivamente para pelotear a los compañeros de trabajo, llenarles todos los comentarios de «Me Gusta» , decirles lo fantásticos que son, que imaginativos, que bonitas las fotos, que maravillosa te parece la empresa…. Y tener tu cuenta de siempre con toda tu chusma donde dedicarte a ponerlos verdes, escribir amenazas y soltar todas las culebras del mundo por el teclado y luego criticar que te hayan bloqueado. Este modus operandi lo acabo de descubrir esta semana en ese % Non Grato que lógicamente he bloqueado. No es mi estilo, pero es una opción claro está.

Y luego está la familia… Esa parte enrollada y joven que tienen face, tuenti, messenger, whatsapp… De todo, y además te quieren tener en todos lados… Y digo yo… Que les importarán mis fotos en la playa o mis comentarios fuera de mí poco adecuados?? Con esta parte sí que es un dilema… Hay que vetar cosas, otras dejar que las vean, esto sí , esto ni que me paguen…. Complicado como los permisos informáticos en una mega-empresa internacional….

Después hay que ir cortándoles el paso a los cansinos…. Esos  a los que todos, absolutamente toooodos,  tus comentarios, publicaciones, fotos y hasta lo que no has escrito lo han de comentar o darle a me gusta. Y los que se pasan el día jugando y publicando cada punto que consiguen, es de agradecer que se puedan vetar esas publicaciones, pero hasta que te das cuenta también pasa un rato.

Lo bueno es que te vuelve más social (sí, yo antes de Facebook era bastante asocial), aprendes a aceptar que otras personas vean tu vida y la comenten y que puñetas… te encanta que «Les Guste» a las personas que te importan, o que acabarán importándote.

Para mí, Facebook resume muy bien nuestra vida en 3 listas:

Los que queremos tener cerca, lo que queremos tener bien lejos, y una lista echa en papel y lápiz de los que querríamos tener y no tendremos nunca, pero en los que pensamos  cada vez que vemos algo que nos hubiera gustado compartir con ellos.

Así que, pese a que me dé muchos dilemas morales y de diplomacia, seguiré teniendo Facebook , eso sí, sólo con la gente que yo quiera allí y me quieran a mí, claro está.

El porqué de un Blog ahora…

Este es el principio de todo…. El porqué.

Puede haber miles de razones y ninguna. Quizás sea una tontería, ahora que todo el mundo tiene blog posiblemente lo más «in» sea no tenerlo, pero ya que tengo Facebook y escribo notas , y tengo Twitter y escribo lineas, en todos ellos muy educadamente, intentando reprimir mi carácter.

Así que creo que voy a usar mi blog para dejar aquí todos mis cabreos, que así se verán aliviados y posiblemente hasta me parecerán una tontería, dejaré aquí mis sentimientos, buenos, malos, aburridos o sorprendentes y mis opiniones, buenas o malas, interesantes o no.

Y si a alguien le apetece que las lea, en el anonimato que nos da a ambos internet  de mi lado de la pantalla y del tuyo.  Y si alguien quiere dejará un comentario bueno o malo o quizás no. Pero la cuestión es intentarlo aunque sea para ,de aquí unos años, yo misma releer las tonterías que hace un tiempo escribí.

Y quien sabe a lo mejor si tú aún no tienes blog te animas a empezar uno.

Desde aquí un saludo, espero que si lees esto me lo devuelvas.

Hasta pronto.